sábado, 27 de agosto de 2011

José María Arguedas y el socialismo libertario

José María Arguedas y el socialismo libertario
A propósito del centenario de nuestro “Amauta”


Como ya es de conocimiento público, este año se conmemoran los cien años del natalicio de José María Arguedas, quien fuera no solo un prolífico escritor con talante universalista, sino un antropólogo acucioso, y dedicado al estudio y revalorización de la cultura originaria e indigenista del Perú profundo, que a pesar de ser relegada y expoliada de la oficialidad nacional, se muestra emergente desde hace décadas construyendo un imaginario diferente en las relaciones sociales por un país y un mundo mejor.
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A inicios de este año se dio una suerte de polémica en torno a la denominación oficial que debería llevar nuestro país en este periodo anual, decidiéndose -el 31 de diciembre pasado- el entonces gobierno de Alan García, por el centenario del “descubrimiento” científico de Machu Picchu, con claros afanes astutos para publicitar turísticamente la devolución de las piezas arqueológicas que aún tiene la Universidad de Yale, y además con el propósito de burlarse del sentir popular, pretendiendo que el nombre de Arguedas no sea perennizado ni ensombrezca el Nobel ganado, a costa de la remembranza hipócrita, por Mario Vargas Llosa. Tampoco olvidemos que el entonces vicepresidente, Luis Giampietri propuso que este año fuera el del Centenario del Primer Submarino Peruano. Es decir, cualquier cosa, menos Arguedas.

Pero, bien vale la pena recordar que el rechazo personal, del ex presidente Alan García, hacia el homenaje nacional al pensador indigenista no es un hecho reciente ni aislado, ya que el odio del Apra contra Arguedas data de hace bastante tiempo. Este rencor del partido de Haya De la Torre se extiende hacia casi toda la intelectualidad progresista o revolucionaria, desde José Carlos Mariátegui. O, incluso, recordemos que un tiempo quisieron apropiarse –taimadamente- de nuestro Manuel González Prada, pero el pensamiento del gran anarquista los rebasó y asfixió.

Sin embargo, al margen de la mezquindad aprista, Arguedas siempre será recordado por su pensamiento tan cercano al sufrimiento de los más necesitados del Perú, algo que ni García, ni Giampietri, ni Vargas Llosa, ni la oficialidad servil, conocen. Al parecer, ni siquiera importó que el legado de Arguedas fuera estudiado por numerosos especialistas, intelectuales, nacionales y extranjeros, desde Rouillón, Losada, Rama, Escobar, A. Cornejo Polar, Castro Klaren, Lienhard, Forgues, entre otros varios.

En tanto, se sabe que José María Arguedas nació en Andahuaylas -una de las zonas más pobres y olvidadas de nuestro país-, es por esto que los personajes de su obra son parte de esa realidad y están inmersos en el problema de vivir en un país dividido en dos culturas: la andina de origen quechua y la urbana de raíces europeas, donde el mestizaje no cuenta, a pesar de ser un país multirracial. Por ello, su mérito está en presentar todos los matices de un país en acelerado proceso de mestizaje, sin olvidar las diferencias de clases sociales marcadamente antagónicas.

Oralidad y cultura popular en Arguedas

William Rowe, en su libro Mito e ideología en la obra de José María Arguedas (1979) se hace la pregunta de ¿por qué el escritor andahuaylino recurrió a una cultura sin literatura escrita?, refiriéndose, obviamente, a la cosmovisión quechua. Y a manera de respuesta, cita el texto desarrollado en el ensayo Salvación del arte popular, donde se señala que “cuatrocientos años de catequización cristiana mediante cánticos y oraciones en quechua, y flagelación de los idólatras, dieron por resultado una afirmación más rotunda y honda de las antiguas creencias llamadas idolátricas. Esas creencias protegieron y protegen aún a la población subyugada”.

A esto, la escritora Rosina Valcárcel, señala que “Arguedas puntualizó la necesidad de dar preferencia a la literatura oral, tanto porque su estudio sistemático apenas se había iniciado en el Perú, como porque es la expresión tradicional más vulnerable a los factores que impulsan los cambios de la cultura, extinguiéndose por esa causa más rápidamente que la música y la danza. Afirmó, además, que la cultura quechua funciona como una forma de defensa contra el mundo misti y enfatizó el dilema que plantea los lados positivos y negativos del mito”. Por ello, el libro Yawar fiesta (de Arguedas) constituye un momento crucial en la trayectoria de este autor, porque a partir de este texto comienza a ver el mito como un principio racional y un motor de acción, mientras que lo irracional está representado por el comportamiento de los mistis (analogía de occidentales o enajenados).

Entonces, encontramos en Arguedas la ilustración notable de lo que fue el oprobio, el maltrato y el sometimiento de siglos y al mismo tiempo la esperanza de libertad del campesinado y los pueblos originarios. Del mismo modo, es tan clara la influencia vivificante de la realidad subjetiva del universo andino en su alma que su obra está impregnado de ese espíritu. En este contexto, citemos sus palabras cuando señaló que “no por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacamac y Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilaso, Túpac Amaru y Vallejo, Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros; los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4, 000 metros; patos que hablan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se ahogarían; picaflores que llegan hasta el Sol para beberle su fuego y llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta algo escandaloso. En técnica nos superarán y dominarán, no sabemos hasta qué tiempos, pero en arte podemos ya obligarlos a que aprendan de nosotros y lo podemos hacer incluso sin movernos de aquí mismo”.

Pensamos con Valcárcel que “valorar lo andino, desde la dimensión arguediana, significa no sólo recordar los intihuatanas o relojes solares, o los poemas míticos como expresión de una gran cultura, sino alentar la necesidad de nuevas formas de relacionarse con los hombres y mujeres andinos y con los productos culturales de estas gentes, reivindicar su potencialidad y autonomía en los marcos de una convivencia política donde el racismo no siga condenándolos a la miseria y la enajenación permanentes, o a las masacres dentro de sus propias comunidades”.

Por ello, se puede afirmar que la propuesta de Arguedas despertó interés por el estudio y teorización acerca de la cultura propia (con arraigo popular y autóctono) entre diversos estudiosos y científicos sociales recién al final del decenio de la década de los 70. En este marco se van a dar distintas interrogantes y reflexiones sobre el carácter de la cultura, la problematización de la identidad nacional, lo popular y lo artístico, el papel del campesino y el indígena en los procesos sociales, el carácter feudal del campo y el agro, las relaciones de exclusión entre la capital y el resto de provincias, la marginación y marginalidad de otras culturas distintas al modelo occidental. Estos temas son abordados en diversos trabajos por intelectuales e investigadores como Augusto Salazar Bondy, José I. López Soria, Antonio Cornejo Polar, Manuel Baquerizo, Alberto Escobar, Guillermo Lumbreras, Wilfredo Kapsoli, Rodrigo Montoya, Alberto Flores Galindo, Manuel Burga, Carlos Iván Degregori, Nelson Manrique, Sinesio López, José Luis Ayala, Nicolás Matayoshi, entre otros.

En tanto, podemos afirmar que con Arguedas se da un estudio detallado y expositivo del mundo andino no con desdén ni paternalismo –como muchas veces se abordaba- sino con la peculiaridad de quien narra lo vivido con ojos prístinos y que cuyo interés es dar a conocer las riquezas culturales y vivenciales de un mundo que siempre estuvo pero que se pretendía destruir en nombre del progreso y el desarrollo económico.

Es así que mientras los intelectuales autodenominados “modernos” se empeñan en anunciar la “evidente” descomposición de las culturas andinas como efecto de los avances de la modernización, tres décadas antes José María Arguedas se dedicó a estudiar este fenómeno desde su perspectiva que contradice a la oficialidad. Es decir, él afirma la “andinización de Lima”, el centro de la cultura criolla y mestiza. Puesto que Lima empezó a ser invadida desde dentro, por millones de indígenas (“provincianos”) que trajeron, además de su fuerza de trabajo para ofrecerla en los centros laborales, sus vivencias, sus danzas y canciones y su extraordinaria espiritualidad, ignorada o ninguneada aún por la cultura elitista.

Arguedas y la conciencia social

La revalorización de la cuestión social en Arguedas no es un mero recurso literario o simplemente “humanitario”, sino que es el producto de años de formación y consolidación de lo que en un principio fue un perfil de sensibilidad innata, propia del hombre ajeno a los vicios occidentales, y luego hacia la construcción de una identidad cabal en defensa de los derechos humanos, la diversidad cultural, el socialismo y la libertad, como garantes de un modelo societario superior y más equilibrado, distinto al esquema actual.

El periodista e investigador, César Lévano señala en su libro Arguedas. Un sentimiento trágico de la vida (reedición) que “la creencia en el socialismo era en él (Arguedas) una buena esperanza; pero no una convicción, una razón para pelear y vivir”. Aunque no estemos del todo de acuerdo con esta afirmación, queda claro que el escritor andahuaylino no fue un militante orgánico, aunque estuvo un tiempo con el Partido Comunista del que se desengañó y “tuvo un pleito muy serio y algunas expresiones muy duras contra el PC oficial”, tal como señala el mismo Lévano. Por ello, es justo decir que Arguedas tuvo un sentimiento socialista, un compromiso social, pero no una militancia o participación partidista, quizás justamente por su personalidad abocada a la construcción de nuevas relaciones sociales acentuadas en la visión y el vivir de los de abajo, de los excluidos, que lo llevó a valorar más la vida comunitaria, horizontal, libre y diversa, ajeno a estructuras verticales, autoritarias y excluyentes.

En el mencionado libro también se reseñan hechos de su juventud, a manera de primeros pasos en su camino de compromiso y combatividad, como cuando en 1937, el general Camarotta fue “enviado por la Policía mussoliniana para ayudar a la reorganización de sus cófrades peruanos, partió de su alojamiento con destino a la Universidad de San Marcos (…) (donde) un grupo de estudiantes se lanzó con furia contra el alto jefe, lo prendió y arrojó a la pileta” de la Facultad de Derecho. “Era un trío muy interesante el de José María Arguedas, Manuel Moreno Jimeno y José Ortiz Reyes; y antifascistas. Como toda la intelectualidad de la época, eran solidarios con la República Española”, agrega César Lévano en una entrevista sobre la reedición de su libro.

“Los estudiantes estábamos al tanto de los acontecimientos mundiales y tomábamos partido. Había entre los estudiantes verdadera identificación con la causa de la República Española y total aversión al fascismo”, anota Alfredo Torero, citando al mismo Ortiz Reyes, en el apartado “Testimonio” del mismo libro. Arguedas conoció los avatares por la defensa de la tierra y la libertad que se vivía en España, por los milicianos anarquistas, comunistas o republicanos.

Son estos primeros pasos de su juventud solidaria con las causas humanas que hacen de José María el personaje íntegro, destinado a rescatar del foso del olvido, a esa cultura milenaria que crecía en los andes profundos. Y fue él quien impregnó nuestra literatura de una nueva visión del mundo fuera de la capital costeña y centralista, trayendo al conocimiento colectivo los saberes originarios de pueblos enclavados en la historia y que a pesar de su riqueza cultural eran relegados por las corrientes hispanistas o europeizantes tan de boga en los círculos intelectuales de entonces.

La formación intelectual que a continuación mantiene Arguedas da más rasgos de su perfil social y político. Por ejemplo, en cierta ocasión va a señalar que: “fue leyendo a Mariátegui y después a Lenin que encontré un orden permanente en las cosas; la teoría socialista no sólo dio un cauce a todo el porvenir sino a lo que había en mí de energía, le dio un destino y lo cargó aún más de fuerza por el mismo hecho de encauzarlo. ¿Hasta dónde entendí el socialismo? No lo sé bien. Pero no mató en mí lo mágico”.

Esta suerte de confesión, si se quiere, no solo denota el talante original y profundo que siempre mantuvo Arguedas -al manifestar su acercamiento al socialismo a través de iconos del marxismo clásico para Latinoamérica (Mariátegui) y el mundo (Lenin)- sino que no olvida sus primeros descubrimientos del socialismo, a través de su rama libertaria; es decir, conoció y bebió de primera fuente del anarquismo peruano (como veremos más adelante), lo cual de algún modo tuvo que ver en su énfasis por sostener su cosmovisión popular y propia, la que no ha sido arrancada. Es decir, no se alinea con directrices estrechas o dogmas de pensamiento único.

Entonces, frente a la interrogante que se plantea acerca “¿De qué modo cumplir la relación positiva mito-liberación? La falsa contradicción entre modernidad y tradición, tan popular en las ciencias sociales en el Perú, es superada por Arguedas en su propuesta de un socialismo integrador, transparente, humanista”, tal como señala Rosina Valcárcel en su texto Perú: Arguedas y el socialismo mágico. Una primera aproximación.

Arguedas, cuestión indígena y anarquismo

Es probable que hablar de Arguedas y de anarquismo en un mismo texto puede resultar curioso, cuando menos, para muchos; pues al desconocer el carácter de la corriente anarquista (socialismo libertario) y su papel en nuestro país quizás no se comprenda la relación que puede trazarse entre el pensador indigenista y las tesis libertarias en nuestro país.

Primero, apuntemos que Arguedas viene del mundo andino, de las raíces del Perú profundo, donde el sujeto principal es el campesino o el indígena dentro de su propia cosmovisión. Es allí donde se van a poner en debate “el problema del indio” y su emancipación.

Entonces aquí podemos tejer el primer parangón, puesto que la cuestión indígena es tocada primigeniamente –desde un punto de vista social- justamente por un anarquista, nada menos que Manuel González Prada que en 1904 redacta su artículo –inconcluso- llamado “Nuestros indios” (incluido posteriormente en su libro Horas de lucha) donde hace un análisis detallado de la situación del indígena dentro de la república peruana, la cual había heredado todos los vicios de la colonia virreinal.

“Bajo la República ¿sufre menos el indio que bajo la dominación española? Si no existen corregimientos ni encomiendas, quedan los trabajos forzados y el reclutamiento. Lo que le hacemos sufrir basta para descargar sobre nosotros la execración de las personas humanas. Le conservamos en la ignorancia y la servidumbre, le envilecemos en el cuartel, le embrutecemos con el alcohol, le lanzamos a destrozarse en las guerras civiles y de tiempo en tiempo organizarnos cacerías y matanzas como las de Amantani, Ilave y Huanta”, sentencia agudamente Prada.

Este escrito temprano en la pluma del pensador anarquista despierta la necesidad –en los obreros e intelectuales de la costa- de acercarse más al mundo rural y de enlazar las demandas proletarias a las del campesinado y de las comunidades indígenas en busca de un solo bloque popular que se posicione en la lucha por la emancipación de los oprimidos. Es por ello, que a partir de la consolidación de las ideas anarquistas en los centros urbanos y laborales del país, que se va a problematizar la cuestión nacional hacia una lucha de liberación revolucionaria.

Era común encontrar en los primeros periódicos anarquistas y obreros libertarios de la época, como Los Parias, El Oprimido, El Hambriento, La Humanidad, etc., artículos de denuncia por los abusos cometidos contra los indios de la sierra, contra la prepotencia de los gamonales en contubernio con el gobierno, la iglesia y el ejército, entre otras cosas. Hasta documentos publicados donde se analizaba lo que fue el Perú antiguo, sus culturas pre-incaicas y el propio incanato, en busca de paralelos con los ideales socialistas de redención y colectivismo. Ya cuando salió a la luz el periódico La Protesta, el arraigo de las ideas libertarias en el campo estaba más definido. Por ejemplo, en Huaral, Huacho por citar algunos pueblos a las afueras de Lima y luego en Arequipa, Cusco, Cajamarca, Tarma, Jauja, Ayacucho, etc., entre las ciudades más grandes de la sierra peruana. Incluso sus páginas albergaron encendidas proclamas de solidaridad con la naciente Revolución mexicana, de marcado carácter campesinal y agrario, con destacada participación de los hermanos anarquistas Flores Magón, entre otros.

Asimismo, podemos agregar lo dicho por el investigador Wilfredo Kapsoli, a propósito de la reedición de su libro Los ayllus del sol: “el fenómeno del anarquismo no solamente fue una ideología que comprometió y permitió que los sindicalistas obreros urbanos actuaran bajo ese signo realizando una seria de protestas y reivindicaciones, fundamentalmente la conquista de 8 horas de trabajo; en mi libro se llega a demostrar que hubo una andinización del anarquismo, esto es que esta ideología no solamente capto líderes campesinos, sino también propició la formación de un periódico, Tahuantinsuyo, la creación de la Confederación Obrera Regional Indígena Peruana y también la práctica de una serie de congresos indígenas que no solamente captaban militantes anarquistas sino también proponían un programa reivindicativo que se sustentó básicamente en la búsqueda de la destrucción del poder, búsqueda de la libertad, el cultivo del arte, la identificación con la naturaleza”.

Documentos de la época, así como actas de congresos demuestran que los militantes anarquistas actuaron de manera paralela y también en alianza con los indígenas que “intentaban restaurar el Tahuantinsuyo”, como una forma de retorno a la vida colectivista, milenaria y de equilibrio social, practicado antes de la llegada de la invasión europea.

En este contexto podemos rescatar –claramente- al indígena y luchador anarquista, Ezequiel Urviola, quien fue uno de los animadores de la propagación de las ideas libertarias en el Perú profundo, gracias al contacto con obreros anarquistas de la capital como Delfín Lévano o el mismo maestro Prada. Veremos el actuar de Urviola cuando entrado los años 20 el gobierno intenta reprimir a los núcleos anarquistas del sur (Puno, Arequipa, Moquegua, Tacna) y cortar sus lazos con el anarcosindicalismo de Lima, pero sin éxito puesto que los libertarios al actuar de forma descentralizada eran más difíciles de ser desbaratados.

Entonces, es en 1920 que el entonces presidente Leguía tomó la decisión de promulgar la Ley de Conscripción Vial que despertó agitaciones fuertes dirigidas por anarquistas en contra de la opresión estatal y la coerción laboral. “La Ley de Construcción de Carreteras como se le llamaba eufemísticamente tuvo el efecto de inspirar a una permanente anarquista coordinada contra el reclutamiento en la década de 1920”, apunta Steven Hirsch. Tres años después (1923), el Tercer Congreso Nacional del Indio, bajo el liderazgo del indígena anarquista, Ezequiel Urviola, quien se desempeñó como secretario general, pidió la abolición de dicha ley.

Toda esta efervescencia tuvo su auge hasta inicios de los años 30 y al estar impregnado en el quehacer de las comunidades rurales del país, Arguedas tuvo que conocerlo y entenderlo. Además es necesario rescatar que el pensador andahuaylino cuando vivió y trabajó como profesor en Sicuani (Cusco), era un asiduo visitante de la biblioteca comunal “El Ayllu”, fundado por Miguel Ángel Delgado Vivanco, uno de los tres hermanos anarquistas muy conocidos y respetados en Cusco y Apurímac. Además Arguedas siempre rememoraba –melancólico- el dulce sonido del carnaval de Tambobamba (y este pueblo fue fundado por Erasmo Delgado V. -Encino del Val- quien fuera discípulo personal de Manuel González Prada, y por quien José María sentía mucho afecto). El tercero y ultimo de los hermanos Delgado Vivanco, también fundó otra biblioteca anarquista, en Cotabambas.

Por ello conoció de cerca el pensamiento de Prada, que lo acerca al sentir humanista y marca su visión internacionalista y solidaria, como apunta la peruanista francesa Isabelle Tauzin, al señalar que “Arguedas va a España para hacer su investigación sobre las comunidades españolas y relacionarlas con las comunidades del Perú. Y también pasa a Argelia, y lo que me ha sorprendido es que en esos momentos de la guerra de Argelia él ve a los argelinos como más esclavizados, considera que viven una situación de feudalismo peor que los colonos del Perú, lo que es asombroso. Hay esa mirada de la otredad, ese acercamiento al otro a un mundo que ya no es el andino”.

Tauzin señala, asimismo, que “González Prada siempre es actual, como Arguedas. Es un hombre que no teme decir lo que piensa, pero que al mismo tiempo es sumamente tímido. Hay una parte importante de sus ensayos que es muy interesante y ha sido muy poco estudiada. Son los artículos que se publicaron en Los parias, que son de un tipo distinto a los reunidos en Horas de lucha, pues son artículos sobre la vida cotidiana, lo que está sucediendo en la calle, las huelgas, es otro acercamiento a la realidad”.

Conclusiones

Podemos afirmar que la voz de Arguedas aun hoy está vigente y demanda que la única posibilidad para salir de las grietas históricas de razas y culturas que se inició en el Perú desde la colonización tiene que ver con la reestructuración radical de las relaciones sociales de dominación y exclusión. El racismo hoy sigue campeando y cada vez se solidifica e incluso institucionaliza, creando desigualdad y violencia social y política.

Del mismo, queremos señalar que no pretendemos desdibujar o forzar la figura de Arguedas y pretenderlo parte de alguna corriente política en concreto. Solo hemos acercado aspectos de su vida que quizá son poco conocidos para justamente entenderlo en su verdadera dimensión de hombre pensante, humano y preocupado por los ideales del buen vivir y la libertad. Y justamente en ello radica la noción de “libertario” que hoy señalamos, de la búsqueda incesante por nuevos aspectos más igualitarios y justos de vida cotidiana, por la destrucción de lo que es y la construcción de lo que debiera ser.
En tanto, sobre Arguedas se ha dicho mucho y se dirá más todavía, y seguro habrá quienes sigan intentando –vanamente- petrificarlo en una suerte de tótem abstracto, alejándolo de las masas que hoy más que antes, se reflejan en sus escritos, en su llamado a la unidad de todas las sangres, en su vocación por los zorros de abajo, en su mirada aguda hacia los ríos profundos. Frente a ello, es necesario una y mil veces más rescatar al hombre, al compañero y traerlos al andar militante de todos nosotros.

Poco importa, por ello, los homenajes oficiales que se le puedan hacer desde las esferas del poder político. Poco importa, incluso, si sectores políticos quieran ufanarse con su nombre y sentirse sus herederos. Importa más su verbo hecho carne en los nuevos sueños por forjar un nuevo mundo. Importa más el legado de sensibilidad que dejó y que no podrá ser empañado con páginas trágicas o grises de su propia vida.

Por ultimo, fue Arguedas un acérrimo defensor de la herencia cultural andina, fue un “amauta” (que en lengua sublime quechua quiere decir “maestro”) explorador del alma campesina nativa y noble, fue un antifeudal denunciador de masacres, de atropellos y de abusos de los gamonales y patrones, fue un vibrante lírico de la naturaleza autóctona, de las tradiciones orales sabias y de las expresiones artísticos y humanas reflejadas en canciones, danzas y pinturas populares, fue adherente de un socialismo humano, construido desde abajo, sensible, redentor y libertario.

jueves, 25 de agosto de 2011

¡Lucha estudiantil en Chile irradia su ejemplo y emoción!

TENDENCIA ESTUDIANTIL LIBERTARIA
– Base U.N.M. San Marcos-
Comunicado

¡Lucha estudiantil en Chile irradia su ejemplo y emoción!

Compañeros universitarios:

Nosotros, los que conformamos Tendencia Estudiantil Libertaria, organización de estudiantes de todos los ámbitos de la enseñanza pública y privada del Perú, nos dirigimos a ustedes y al público en general para celebrar en estas horas de lucha la resistencia del estudiantado chileno en guerra contra el modelo de la “educación de mercado”, que como en toda Latinoamérica, en su país se ha venido implementando bajo el oprobio de un régimen económico neoliberal, que durante décadas y bajo la imposición de las botas militares de una de las dictaduras más crueles que ha visto el continente primero, y luego con un retorno a la democracia burguesa a través de un infame pacto político denominado “concertación”, ha privado a su pueblo del mejor acceso e implementación de una educación científica, critica y popular.

Las grandes movilizaciones de este año 2011, han no sólo irrumpido en la escena pública y política, sino también rebasado fronteras, irradiado su ejemplo o por lo menos la solidaridad fraterna de las organizaciones y pueblos que luchan contra la injusticia del modelo imperante.

La gran movilización estudiantil chilena a puesto en jaque no sólo al “modelo neoliberal” en el vecino del sur, sino en todo nuestro continente, pues toda esa ola nacida de la imposición de la economía de mercado, de acuerdo a los planes y dictados del imperialismo del periodo de la globalización y los organismos financieros internacionales que le son sirvientes.

Proceso de lucha estudiantil en Chile

Por ello, esta lucha estudiantil no es un estallido espontáneo, ni caótico o una reacción contra alguna arbitrariedad reciente, como pueden pretender hacer creer algunos "medios de información social". La lucha estudiantil en Chile es de larga data y parte incluso de la misma fase del régimen militar pinochetista. Es decir, es parte de un proceso que empezó como un enfrentamiento frontal y valiente contra la dictadura
Las actuales luchas tienen antecedentes en las movilizaciones del año 2001 denominadas por la prensa “El Mochilazo”, convocado por la Asociación Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), en una protesta con tomas de liceos (colegios y escuelas) y marchas contra el cobro por carnet escolar y por reformas en el sistema de transporte público. Pese a que lo propios medios trataron de enlodar la protesta como un acto “lumpenesco”, los estudiantes lograron la solidaridad del pueblo, empezar a despejar la anteojera respecto a lo que significaba la educación de mercado.

El 10 de marzo de 1990, la dictadura pinochetista oficializó la denominada Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), en los últimos días de su administración al frente del Estado chileno. Fue la más burda forma de convertir a la educación pública de un derecho social del pueblo, en un negocio de privados, que ni siguiera tuvo los resultados que sus propulsores esperaron. Más aun aspectos como la “municipalización” de la educación (traspaso de la administración de los establecimientos educacionales desde el Ministerio a la comuna de la zona), para los casos de varios colegios, constituyeron un verdadero desastre, aun dentro de los márgenes de la educación de mercado.

La traición de la “Concertación”

Pese a la oposición estudiantil, la LOCE se aplicó a lo largo de 16 años. Pero este contexto fue abonando el terreno para una nueva y mayor movilización estudiantil. Ya en pleno gobierno de la “socialista” Michel Bachelet (La denominada Concertación, es decir la alianza entre el Partido Socialista y el Demócrata Cristiano), el revitalizado movimiento estudiantil ve la ocasión de tirarse abajo la ley pinochetista. Es así que hacia mediados del 2006 los estudiantes secundarios inician una serie de movilizaciones y tomas de liceos, a lo que se sumó posteriormente el paro de la mayoría de las universidades. La prensa denominó a estas movilizaciones “revolución pingüina", en alusión al uniforme de los estudiantes secundarios. Sin embargo, al gobierno de Bachelet le bastó con hacer oídos sordos a los reclamos de eliminación de la LOCE (fin de la municipalización de la educación, la exigencia de pasaje gratuito en la locomoción colectiva, y otras demandas). Para apaciguar las aguas se nombró un Consejo Asesor Presidencial para la Educación, que elabora el proyecto de "Ley General de Educación", que finalmente no tomaría en cuenta las principales exigencias del movimiento estudiantil de entonces.

Para el año 2007, las movilizaciones fueron decayendo a causa de la represión del movimiento traducida en expulsiones y procesos a dirigentes estudiantiles y la “criminalización” mediática. También hicieron su parte en la fragmentación interna de la unidad del movimiento, por la influencia disociadora de partidos políticos. Los docentes organizados en el Colegio de Profesores de Chile convocaron a diversas paralizaciones (denominadas “Puertazos”) contra el proyecto de Ley General de Educación. Contra viento y marea el Congreso chileno, a través de su Cámara de Diputados primero, y la de Senadores después, se toma el resto del año para aprobar dicha ley. Finalmente, el 7 de agosto del 2009, la presidenta Michel Bachelet oficializa la Ley General de Educación. Pero dicha norma sólo realizó maquillajes cosméticos a la legislación pinochetista.

La herencia actual del pinochetismo, ‘filtrada’ por la Concertación ha afianzado un sistema educativo segregacionista, con ‘instituciones educativas’ que aceptan estudiantes con mejores posiciones económicas y otras destinadas para algunos de los estudiantes más pobres. Lo peor es que en los niveles de enseñanza superior se hace más patente la injusticia y división social: “El arancel de pago de una carrera universitaria sobrepasa siempre el sueldo que obtiene la mayor parte de la fuerza laboral en Chile”, manifiesta un compañero estudiante del Frente de Estudiantes Libertarios de Chile.

Respecto a todo el proceso vivido qué mejor análisis que el de los propios protagonistas. “Durante este extenso proceso de derrotas estudiantiles se experimentó un recambio considerable en las formas de lucha y en las maneras de hacer política estudiantil. De este proceso surgen con fuerzas las denodadas críticas a las dirigencias estudiantiles que elaboran los petitorios del conjunto de los estudiantes entre cuatro paredes, respondiendo a los requerimientos de sus respectivos partidos políticos y la ya conocida práctica de negociaciones a espaldas del movimiento estudiantil”, señala otro compañero estudiante chileno. Esto demuestra que una orgánica de representatividad sin la participación activa de las bases es una instancia burocratizada y negativa para el movimiento.

En este periodo surge la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH) que congrega a los estudiantes de las universidades del Consejo de Rectores (tradicionales) organizados en federaciones, organización que ya tiene a la actualidad más de diez años de historia, y sigue protagonizando las luchas estudiantiles.

La propuesta de los estudiantes libertarios

Sin embargo, desde entonces y hacia las recientes y contundentes marchas estudiantiles contra el embate de neoliberalismo más conservador representado por el régimen de Sebastián Piñera, el movimiento estudiantil chileno está mucho más vitalizado con la presencia de compañeros y organizaciones de base de tendencia socialista libertaria. Esto no es casual y es producto de todo ese proceso de apertura a la democracia directa dentro del movimiento estudiantil. Es así que en dicho ámbito ha florecido una cultura y práctica política centrada en el diálogo directo entre los estudiantes de base, de manera horizontal, y en la cual los representantes estudiantiles son simples voceros de las posiciones acordadas por sus bases a quienes se deben.

En este marco ha sido una consecuencia necesaria el surgimiento de un Frente de Estudiantes Libertarios, que abarca varias ciudades principales del país del sur, desde donde las prácticas libertarias basadas en la democracia directa de base, la horizontalidad, el asambleísmo, van ganando terreno, frente al progresivo desprestigio de viejos referentes políticos partidarios tradicionales que desde la izquierda pretenden aun proseguir con dinámicas y orgánicas autoritarias, que tienden a alejarse de las masas y usufructuar las decisiones y la dirección, pese a que en el terreno de la política burguesa se han mostrado como los principales colaboradores de los gobiernos de turno, para contener el vigor y fragor de un movimiento estudiantil que asume prácticas libertarias y cuestiona el accionar político tradicional dentro del movimiento estudiantil.

Cabe señalar que este decantamiento y esclarecimiento se fue dando ante el cada vez más patente acercamiento de referentes históricos de la izquierda chilena, como el PC (Partido Comunista) por ejemplo, hacia la Concertación gobernante, que a estas alturas, pese a haber perdido el poder en manos de la derecha conservadora aglutinada en torno al actual presidente, Sebastián Piñera, no puede evadir su deuda histórica y traición al movimiento popular.

Sin embargo, estos sectores han tratado siempre de pescar a río revuelto, y unidos, el PC y la Concertación, han promovido plataformas electorales para insertarse en las federaciones estudiantiles, llegando a la actualidad a copar las dirigencias de las federaciones del CONFECH (alrededor de 15 federaciones de las 27) y dentro del movimiento secundario dentro de la FEMES (Federación Metropolitana Estudiantes Secundarios) que integra liceos emblemáticos.

Sin embargo, para la tendencia libertaria, más que los hegemonismos, lo importante es que la dirección del movimiento estudiantil la tenga y mantengan las propias bases organizadas, generando instancias de Democracia Directa que dé mayor capacidad y dinamismo al movimiento estudiantil.

Aquí hay que destacar el papel que vienen cumpliendo los estudiantes libertarios, producto de esas luchas, y que ha permitido derivar el conflicto estudiantil de lo meramente gremial hacia el ámbito social. De un reclamo sectorial a un problema de vital importancia ante la opinión pública. El conflicto educativo en Chile encuentra en una encrucijada donde todos los ojos de Latinoamérica, y principalmente de los sectores estudiantiles populares, están puestos sobre su movimiento estudiantil.

Ahora más que nunca es necesaria la unidad y la solidaridad, para enfrentar las divisiones y los ataques que socaven la combatividad del movimiento, la que no puede medirse en base a las demostraciones callejeras de combatividad, sino teniendo en cuenta la fuerza y la articulación del poder popular estudiantil que se va generando dentro de pueblo.

Poder Popular en acción: de los liceos tomados a los liceos autogestionados

Uno de los casos más resaltantes lo constituye el de algunos liceos, en el propio Santiago y Valparaíso, tomados por estudiantes, profesores y padres, donde se viene dando la autogestión educativa. Las materias de las clases y los enfoques de las mismas son decididos por los estudiantes y realizados por profesores externos voluntarios, contando además con la integración de padres y profesores internos. Esta es una respuesta contundente y creativa, frente a aquellas voces –que al igual que por estos lares, con cada paralización o huelga en los colegios o universidades alegan que las tomas y paros ‘sólo sirven para perder clases’. Es la ‘escuela libertaria’ en acción, en medio de un contexto de lucha social; es la forma en la que el pueblo mismo se educa constituyéndose en autor de su propia historia.

La perspectiva del movimiento estudiantil libertario

La victoria del movimiento estudiantil depende de la unidad interna y externa con el movimiento popular en general, en apoyo a las demandas de los estudiantes reivindicando una educación que responda a los intereses y necesidades del pueblo. En este contexto, la articulación y coordinación de las diversas protestas en defensa de los recursos naturales, mejores condiciones laborales y los reclamos estudiantiles contribuyen a socavar las bases del poder gubernamental, solamente en la medida en que den con la consigna de la construcción del Poder Popular. Esto se logra no sólo con la protesta y la lucha reivindicativa, sino con la construcción de orgánicas y dinámicas que basándose en el ejercicio por las masas de la democracia directa, superen las demandas reivindicativas y aborden la cuestión del poder político, y el cuestionamiento directo al modelo político y económico. Generar la movilización constante en torno a una dinámica que evidencie la potencialidad organizativa de los sectores populares, desde donde se proyecte una direccionalidad y perspectiva al movimiento estudiantil, ya no como un reclamo sectorial sino como parte de toda una lucha social general.

Solidaridad con la lucha estudiantil en Honduras

El clamor por una educación gratuita, libre, científica y popular también se siente en otras latitudes. Desde aquí saludamos a los estudiantes secundarios de Honduras, que esta semana se han movilizado en la capital de ese país (Tegucigalpa), en contra de la Ley General de Educación. Cientos de estudiantes, padres y profesores vienen siendo reprimidos y perseguidos por la policía y fuerzas especiales de la represión del Estado hondureño. Confiamos en que ello no amilanará el movimiento, sino que lo fortalecerá, como las grandes luchas sociales que se templan en el acero de la acción y crecen en experiencias y adhesiones. Porque esta es la manera en la que verdaderamente se activa y organiza el movimiento estudiantil y popular.

¡¡Arriba los y las que luchan!!

Tendencia Estudiantil Libertaria

Agosto del 2011

Contactos: estudiantelibertario@hotmail.com

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